El Dr. Víctor Uriarte Bonilla, en su libro
"PSICOPATOLOGÍA Básica Moderna" (s.f), clasifica la hipocondriasis
(basándose en conceptos del DSM-III y VI), como un trastorno somatomorfe. Dichos trastornos se
caracterizan por tener un grupo de síntomas fijos que hacen pensar al individuo
que, padece alguna enfermedad pero, sin que exista un daño orgánico real.
La hipocondriasis es "una preocupación
exagerada y agobiante de que se padece una enfermedad grave" (Urriarte V., s.f, pág.185) .No se trata de una idea
delirante porque el paciente recapacita
y acepta que está exagerando. Por ejemplo, el individuo imagina que tendrá un
infarto cuando su frecuencia cardíaca se incrementa.
Para el hipocondríaco cualquier dolor de cabeza es un tumor cerebral, cualquier tos es cáncer pulmonar. La diferencia con el "dolor somatomorfe" es que, el individuo que la padece siente que el hipo le duele, que sus dolores de cabeza son los peores de todo el mundo o que el dolor en su dedo meñique del pie es inaguantable; para el hipocondríaco es más el "temor a enfermar." (Uriarte V., s.f)
Para el hipocondríaco cualquier dolor de cabeza es un tumor cerebral, cualquier tos es cáncer pulmonar. La diferencia con el "dolor somatomorfe" es que, el individuo que la padece siente que el hipo le duele, que sus dolores de cabeza son los peores de todo el mundo o que el dolor en su dedo meñique del pie es inaguantable; para el hipocondríaco es más el "temor a enfermar." (Uriarte V., s.f)
Existen individuos que pueden tener una
enfermedad real y además una hipocondriasis. La hipocondriasis puede abarcar
diversos síntomas en diversos órganos y sistemas, por lo tanto, las visitas a
médicos no psiquiatras son frecuentes debido a que los afectados sienten que no
les presta suficiente atención a sus quejas. “Si al paciente hipocondríaco se
le sigue por varios años, el 20% presentará otro trastorno mental, en su
mayoría alteraciones afectivas o esquizofrenia; y un 40% de los hipocondríacos
tienen antecedentes familiares de diversas alteraciones mentales.” (Uriarte V., s.f,
pág.186)
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